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SIMBOLISTAS
LA ANTÍTESIS
ACTIVIDADES
Las siguientes actividades te permitirán profundizar y socializar las temáticas que se tratan en este curso.
Debes seguir los siguientes pasos para aprobar el curso, recibirás la nota de vuelta a tu correo.
1. Ingresar a facebook y unirse al grupo "La Antítesis: NOVELA NEGRA", también debes buscar el perfil de la antítesis que ha hecho varias publicaciones en el muro del grupo. Mucho ojo, pues las siguientes actividades las publicarás para hacer comentarios de las producciones. (Coevaluación)
2. Buscar las palabras desconocidas de los temas de las Unidades Didácticas y crear un juego de palabras con ellas. Publicarla en el muro del grupo.
3. A y B son dos personajes.
a. Se plantean situaciones y objetos para recrear una escena. Las personas imaginan y se crea un diálogo.
b. Después de quedar satisfecho con lo que escribiste, debes publicarlo en el muro del grupo.
4. En la sección de galerías ve a videogramas, ubícate RAFI_Cap-1_La Boya, a partir de lo visto:
a. Inventarte una historia que cumpla con las características de novela negra.
b. Grabar las voces de la historia.
c. Doblar el video.
d. Subirlo a youtube.
e. Compartirlo en el muro de facebook y en el perfil de la Antítesis.
5. Ahora debes ver la película “Goya en Burdeos” y debes señalar por lo menos 10 índices narrativos que encuentres en la película. Luego encontrar un link que está publicado en el muro del facebook y comentar sobre la película con buenas argumentaciones.
6. Aplique el modelo de lectura sobre el siguiente cuento, proponga una hipótesis, subraye cada índice, indique su tipo y socialice. Tendrá 20 minutos para el ejercicio.
La Continuidad de los Parques de Julio Cortázar
Tomad de: Final de Juego de 1998.
Había emperezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcería volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: cortadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a si vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. La luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
FIN
NOVELA NEGRA
NADAÍSMO
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